Estudio 8: La Obra de Jesús III. Su Victoria sobre la Tentación

El texto bíblico para este estudio está en Mateo 4.1-11.

Tentación de Jesús

1  Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.

Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.

Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.

El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,

y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
    A sus ángeles mandará acerca de ti, y,
    En sus manos te sostendrán,
    Para que no tropieces con tu pie en piedra.

Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.

Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,

y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.

10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.

Cuestionario

1.- ¿Quién llevó a Jesús al desierto para ser tentado? Vers. 1.

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2.- ¿En qué condiciones se encontraba Jesús después de haber ayunado por cuarenta días? Vers. 2.

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3.- ¿Quién vino a Jesús y para qué vino? Vers. 3.

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4.- ¿Por qué, en las dos primeras tentaciones, el diablo dijo “Si eres Hijo de Dios? ¿Con qué intención lo dijo? Vers. 3 y 6.

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5.- ¿Qué respondió Jesús ante cada tentación? Vers. 4, 7, 10.

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6.- ¿Qué hizo el diablo al final de aquel encuentro? Vers. 11.

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Lectura adicional

“Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fué llevado por el Espíritu al desierto.” Las palabras de Marcos son aun más significativas. El dice: “Y luego el Espíritu le impele al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado de Satanás; y estaba con las fieras.” “Y no comió cosa en aquellos días.” {DTG 89.1}Cuando Jesús fué llevado al desierto para ser tentado, fué llevado por el Espíritu de Dios. El no invitó a la tentación. Fué al desierto para estar solo, para contemplar su misión y su obra. Por el ayuno y la oración, debía fortalecerse para andar en la senda manchada de sangre que iba a recorrer. Pero Satanás sabía que el Salvador había ido al desierto, y pensó que ésa era la mejor ocasión para atacarle. {DTG 89.2}

Grandes eran para el mundo los resultados que estaban en juego en el conflicto entre el Príncipe de la Luz y el caudillo del reino de las tinieblas. Después de inducir al hombre a pecar, Satanás reclamó la tierra como suya, y se llamó príncipe de este mundo. Habiendo hecho conformar a su propia naturaleza al padre y a la madre de nuestra especie, pensó establecer aquí su imperio. Declaró que el hombre le había elegido como soberano suyo. Mediante su dominio de los hombres, dominaba el mundo. Cristo había venido para desmentir la pretensión de Satanás. Como Hijo del hombre, Cristo iba a permanecer leal a Dios. Así se demostraría que Satanás no había obtenido completo dominio de la especie humana, y que su pretensión al reino del mundo era falsa. Todos los que deseasen liberación de su poder, podrían ser librados. El dominio que Adán había perdido por causa del pecado, sería recuperado. {DTG 89.3}

Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán; no podría haber obtenido la victoria que Adán dejó de ganar. Si en algún sentido tuviésemos que soportar nosotros un conflicto más duro que el que Cristo tuvo que soportar, él no podría socorrernos. Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se vistió de la naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación. No tenemos que soportar nada que él no haya soportado. {DTG 92.1}

 El Salvador se hallaba debilitado por el hambre, y deseaba con vehemencia alimentos cuando Satanás se le apareció repentinamente. Señalando las piedras que estaban esparcidas por el desierto, y que tenían la apariencia de panes, el tentador dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan.” {DTG 93.1}

Aunque se presentó como ángel de luz delataban su carácter estas primeras palabras: “Si eres Hijo de Dios.” En ellas se insinuaba la desconfianza. Si Jesús hubiese hecho lo que Satanás sugería, habría aceptado la duda. El tentador se proponía derrotar a Cristo de la misma manera en que había tenido tanto éxito con la especie humana en el principio. ¡Cuán arteramente se había acercado Satanás a Eva en el Edén! “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Hasta ahí las palabras del tentador eran verdad; pero en su manera de expresarlas, se disfrazaba el desprecio por las palabras de Dios. Había una negativa encubierta, una duda de la veracidad divina. Satanás trató de insinuar a Eva el pensamiento de que Dios no haría lo que había dicho, que el privarlos de una fruta tan hermosa contradecía su amor y compasión por el hombre. Así también el tentador trató de inspirar a Cristo sus propios sentimientos: “Si eres el Hijo de Dios.” Las palabras repercuten con amargura en su mente. En el tono de su voz hay una expresión de completa incredulidad. ¿Habría de tratar Dios así a su propio Hijo? ¿Lo dejaría en el desierto con las fieras, sin alimento, sin compañía, sin consuelo? Le insinúa que Dios nunca quiso que su Hijo estuviese en tal estado. “Si eres el Hijo de Dios,” muéstrame tu poder aliviándote a ti mismo de esta hambre apremiante. Ordena que estas piedras sean transformadas en pan. {DTG 93.2}

Jesús hizo frente a Satanás con las palabras de la Escritura. “Escrito está,” dijo. En toda tentación, el arma de su lucha era la Palabra de Dios. Satanás exigía de Cristo un milagro como señal de su divinidad. Pero aquello que es mayor que todos los milagros, una firme confianza en un “así dice Jehová,” era una señal que no podía ser controvertida. Mientras Cristo se mantuviese en esa posición, el tentador no podría obtener ventaja alguna. {DTG 95.1}

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Estos párrafos fueron seleccionados del capítulo 12 del libro “El Deseado de Todas las Gentes”, titulado “La Tentación”, escrito por E. G. White.

Si deseas leer todo el capítulo, sigue este enlace:

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