Mi perrita y yo

Hace casi diez años le regalé a mi esposa una perrita de pocas semanas de vida, muy pequeñita y toda blanca. Creció luego y aparecieron en su pelaje algunas manchas de un color castaño claro. Es una mezcla de Lhasa Apso y Shi Tsu. Pequeña, de ojos grandes y algo saltones, hocico cortito y pelo ondeado y largo. Una belleza.

El hecho es que entre esta perrita y yo nació un vínculo afectivo muy fuerte. Yo soy, como siempre, lento, pensativo, tranquilo. Ella es tipo Alfa: enérgica, gritona, agresiva con perros que no conoce y muy dulce con los humanos. Tres veces por día la llevo a caminar. Me ocupo de su comida y le manifiesto mucho afecto en forma de palabras y caricias. Le hablo todo el tiempo y ella me mira con si entendiera todo lo que digo. Se siente mi guardiana a pesar de su escaso porte y me sigue dondequiera voy. Sabe cuando se habla de ella aun cuando no se mencione su nombre. Por cierto entiende muchas cosas que le digo y actúa en consecuencia. Por las noches se acuesta a mis pies. Y si se me está olvidando algún punto de nuestro programa diario de salidas y comidas me lo recuerda de una manera muy evidente.
En estos momentos tengo 71 años pero cuando camino con ella me siento como un niño con su mascota. Puedo dar testimonio de la bendición que es en mi vida la compañía de ese animalito. El hecho casi tonto de hablarle como si le hablara a una niñita tiene en mí un poderoso efecto desestresante y la contemplación de sus ojos llenos de ternura y atención a mi persona cambia la atmósfera emotiva de mi corazón.
Me gusta mucho la siguiente cita de Elena de White:

“La inteligencia desplegada por muchos animales se aproxima tanto a la de los humanos que es un misterio. Los animales ven y oyen, aman, temen y padecen. Emplean sus órganos con mucha más fidelidad que muchos hombres. Manifiestan simpatía y ternura para con sus compañeros que padecen. Muchos animales demuestran tener por quienes los cuidan un cariño muy superior al que manifiestan no pocos humanos. Experimentan un apego tal para el hombre, que no desaparece sin gran dolor para ellos.” {MC 243.1}
“¿Qué hombre de corazón puede, después de haber cuidado animales domésticos, mirar en sus ojos llenos de confianza y afecto, luego entregarlos con gusto a la cuchilla del carnicero? ¿Cómo podrá devorar su carne como si fuese exquisito bocado?” (MC 243.)

Me molesto cuando alguien la describe como un ser “irracional.”
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