Arena del tiempo
que te escurres de mis manos
silenciosamente.

Aprieto mis dedos
sin poder detenerte.
Sigues cayendo. . .

Y en tu caída
te llevas mis fuerzas,
mi juventud, mi vida.

Tu caída fatal. . .
¿fatal?
¿O bienaventurada?

Lo que te llevas
no vuelve más
y yo me consumo.

Como una vela encendida
doy luz,
y voy muriendo por ello.

Como un cántaro agrietado
pierdo mi agua
y me voy secando.

Tu caída fatal
imperturbable,
me mata un poco cada día.

Me dices
tu tiempo está hoy más cerca
No lo olvides.

Me dices también:
repósate,
tus afanes terminaron.

La lucha desigual
que amargó tu vida
ha quedado atrás.

Cuando acabe de correr
entre tus dedos
descansarás al fin..

Y verás a tu Esperanza
viniendo a ti
para abrazarte.

Verás sus pies heridos,
sus manos traspasadas,
y la marca de la lanza en su costado.

Te dirá
nunca más se apagará tu luz,
ni se consumirá tu cera.

Tu cántaro nuevo
no tiene grietas. . .
no derrama el agua.

Y toda la arena del mar,
caerá de entre tus dedos,
sin acabarse jamás.

Carlos Perrone.  Enero 2010

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