Acabo de escuchar un sermón del pastor Dwight Nelson de la Pioneer Memorial Chuch de la Universidad Andrews. Me gozo en escuchar los mensajes claros, sentidos y directos de este prominente siervo de Dios. Sus sermones pueden verse en video en http://www.pmchurch.tv.
En el sermón que escuché hace unos minutos, el pastor Nelson se refirió a la centralidad de Cristo en la Biblia y en nuestra fe práctica. Puntualizó el hecho de que un gran conocimiento de las profecías, no nos salvará si en ese estudio no está Cristo como el centro de la profecía y de la devoción del estudioso. Nada vale sin Cristo.
Antes de ponerme a estudiar con detalle, juntando pasajes inspirados de aquí y de allá para averiguar de qué color tiene pintadas las uñas la Gran Ramera, debo asegurarme de que la imagen de Jesús ha sido correctamente configurada en mi mente y mi corazón por un estudio devoto de sus grandes hechos de salvación, por una observación piadosa de sus grandes misericordias para con los hijos de los hombres.
Yo nunca he sido hombre del púlpito sino un consagrado instructor bíblico. Visitaba a la gente en sus hogares y trataba de atraerlos a Jesús. En estos días recibí carta de un joven que instruí para el bautismo hace unos 30 años. Ya tiene unos 50 años y no se ha olvidado de mí, por cuanto yo lo llevé a los pies de Jesús. Me recuerda que en aquel tiempo yo le daba los estudios bíblicos en mi automóvil (no recuerdo por qué razón lo hacía de esa manera.) Tuvo luchas en la vida, pero sigue en la fe. También le enseñé Daniel 2 y las señales de la 2a Venida, pero lo llevé a Cristo como el centro de su fe. Y ese contacto con Cristo lo mantuvo en la fe hasta ahora. Sus tres hijos están en la iglesia.
No puedo ocultar mi disgusto cuando veo que se pierde tiempo precioso en averiguar qué significan las trompetas, cuando la iglesia languidece por falta de una predicación Cristocéntrica. Las profecías son muy buenas en tanto señalan a Cristo. Pero si no alcanzamos a Cristo y nos perdemos en una cantidad de “importantes estudios teológicos” estaremos distorsionando el verdadero propósito de la profecía.
Es sabido que la Iglesia Luterana, después de Lutero, cayó en lo que se llamó: “El escolasticismo luterano.” Los teólogos se desvanecieron en vanos discursos, tratando de encontrarle la quinta pata al gato, y dejaron de lado el verdadero Espíritu de la Reforma, que es Cristo y éste crucificado.
Nosotros no somos mejores que ellos. Cuando doy una pasada por la librería de la iglesia veo siempre algún nuevo libro al que yo le pondría un título ya usado por Shakespeare en una de sus comedias: “Much a do about nothing.” (Mucho que hacer acerca de nada.) Sesudos estudios acerca de temas totalmente marginales de la fe y que se presentan como obras de gran valor. He visto gruesos libros en los que el autor hila muy fino en temas de Daniel y el Apocalipsis o en el simbolismo del santuario israelita. Pregunto ¿Para qué todo ese trabajo? La lectura de semejante libro ¿Me ayuda a instruir mejor a los nuevos candidatos al bautismo? ¿Me sirven para predicar sermones que alimenten mejor a la grey del Señor? Mi rotunda respuesta es NO. Son temas que vuelan alto por encima de la cabeza de los feligreses. En la práctica no ayudan a la congregación.
Felizmente hay también otros estudios que consisten en un ordenamiento muy didáctico de las enseñanzas de la Biblia y de las revelaciones de la Pluma inspirada que son de genuina ayuda al estudiante sincero. Estos libros me gustan, porque están llenos de recursos prácticos para elevar el nivel de entendimiento de una congregación.
Hay entre nosotros un escolasticismo vacío que va creciendo y que no aporta sino dudas a la fe sencilla de la hermandad. Tiempo y recursos dilapidados en beneficio de nadie. Pero allí están sus libros. Se imprimen y se venden porque hay un público ávido de leer todo lo que parezca aflojar la “tensión” de los principios observados cabalmente o de traer novedades curiosas. Los que en nada se interesan sino en ver u oír algo nuevo y curioso, son los clientes de tales libros.
Abramos los ojos y no nos dejemos llevar por devaneos de hombres que siendo maestros en Israel todavía no conocen los fundamentos de la fe. Lamentablemente, nuestras librerías de iglesia necesitan hacer dinero y venden cosas que no son realmente “kosher” pero que la gente reclama y compra y cuya venta deja ganancia. . .
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