La parábola de la cizana en el campo nos enseña que no podemos evitar que haya cizaña entre la buena semilla que el Señor plantó en su campo . La cizaña estará entre nosotros hasta el fin. Pero a su tiempo el Señor pronunciará juicio sobre ella.
Hace muchos años, todavía en mi país, salí a caminar con mi esposa por el campo. Nos acercamos a un sembrado de soya (o soja). Muy pronto nos llamó la atención que entre las plantas ya secas de soya cargadas de vainas aparecía de tanto en tanto una planta muy diferente. Se la veía más alta que las otras, tenía unas hojas ásperas y con puntas agudas alrededor. Su fruto no era una vaina, sino que tenía la forma de una bellota ovalada con muchas púas alrededor. Algunos de esos frutos, ya secos, se abrían y dejaban caer unas semillas negras de forma y tamaño semejantes a los granos de soya.
Días después comenté este hecho con un agricultor y le pregunté qué era esa planta extraña y por qué estaba allí. Me respondió: Esa planta se llama chamico, es una plaga de la soya y es tóxica. Es muy difícil de quitar de la semilla porque, al ser del mismo tamaño y forma de los granos de soya, no puede ser separada por medio de sarandas. Es un verdadero dolor de cabeza.
Esto ocurrió hace poco más de treinta años. Es posible que la tecnología, con sus avances, haya encontrado ya una manera efectiva de eliminar las semillas de chamico de entre las de soya. Felizmente, esta plaga no está en todas partes.
Aquel incidente me ayudó a entender la parábola de la cizaña en el campo.
El padre de familia había sembrado buena semilla en su campo. ¿Cómo es que tiene cizaña? le preguntaron los labradores. La respuesta del padre de familia es dramática: “un enemigo ha hecho esto”. El relato nos dice que un enemigo había venido de noche y había sembrado cizaña entre el trigo.
“Quieres que vayamos y la arranquemos”.preguntaron los siervos de aquel hombre. A lo que él respondió: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también el trigo. Dejad crecer lo uno y lo otro juntamente, y al tiempo de la siega diré a los segadores: Atad en manojos la cizaña para ser quemada y al trigo atadlo en gavillas y llevadlo al granero.”
En aquellos viejos tiempos de la parábola el trigo se segaba a mano, con una hoz. Los segadores podían fácilmente ver la planta de cizaña, ponerla aparte y atarla en manojos para quemarla. Pero en estos tiempos modernos el problema con el chamico es mucho más complicado. Esa enorme máquina cosechadora-trilladora corta todo lo que encuentra a su paso, sin discriminar. Inmediatamente dentro de su enorma barriga trilla las espigas, las pasa por un saranda para separar la paja del buen grano de soya. El grano limpio es enviado a un acoplado que va junto a la cosechadora tirado por un tractor.
Aprovechándose de esta circunstancia la planta de chamico entra juntamente con el trigo a la máquina. Es trillada, la semilla se va juntamente con los granos de soya y la planta con algunos granos todavía en las bellotas vuelve a la tierra para perpetuar la plaga. Y a esto se suma el hecho de que las bellotas se secan y comienzan a esparcir sus granos antes de la cosecha.
En tiempos pasados todo era más sencillo y era fácil distinguir la cizaña de en medio del trigo. El semón del pastor tenía peso sobre la hermandad. Las Escrituras se estudiaban con más asiduidad en los hogares. Muchos creyentes tenían el hábito saludable de leer buenos libros en sus horas de descanso. Pero en estos días de loca carrera y confusión la cizaña se mezcla con el trigo de una manera tan insidiosa y fuera de control que se hace difícil en extremo cuidar del rebaño del Señor. Así como la cosechadora esparce las semillas de chamico por el campo, los increíbles medios de comunicación de nuestros días esparcen las semillas tóxicas de la duda por todas partes. El tiempo dedicado a la adoracion y el estudio de la Palabra en la iglesia y en el hogar queda reducido casi a nada en comparación con el tiempo que los creyentes pasan viendo toda clase de engaños en los medios sociales de comunicación.
El juicio de la cizaña está sólo en manos del Señor y él juzgará a los hombres a su tiempo. Entretanto no podremos evitar que la cizaña aparezca por todas partes y contamine el sembrado del Señor con su fruto tóxico.
Lo importante es que cada uno de nosotros decida ser buen trigo y no cizaña. Las plantas en el campo no pueden cambiar su naturaleza, pero nosotros tenemos la facultad de decidir qué queremos ser.
Ahora bien: ¿Qué representa la cizaña? La cizaña se la presenta como opuesta al trigo. No ha sido sembrada por el padre de familia sino por un enemigo. Claramente el buen trigo representa a los hijos fieles de Dios y la cizaña a los enemigos de Dios y siervos de Satanás.
La característica fundamental de los hijos de Dios es que viven por la fe en la Palabra de Dios y por esa fe son salvos. Los enemigos de Dios no tienen fe y tratan de destruir la fe de los hijos de Dios. Son hijos de perdición. Y así como la serpiente sedujo a Eva con engaños en el Edén, también los hijos del maligno están entre nosotros, como la serpiente en el huerto, induciénonos de continuo a abandonar la fe.
Por todas partes aparecen supuestos hermanos que tratan de introducir doctrinas extrañas, contrarias a la Palabra de Dios. De a ratos me da la impresión que se ha puesto de moda el expresar dudas acerca de la iglesia, de sus dirigentes, de sus doctrinas y de los dones preciosos con que el Señor la ha enriquecido.
Estos caviladores parecen imaginar que dudando por aquí, criticando por allá y atribuyendo malos motivos a todo lo que hacen los hijos de Dios, ganan reputación de sabios y perspicaces.
Así como la engañada Eva, al comer del fruto prohibido se imaginó que había ascendido a un plano superior de existencia, estos habladores de vanidades se ven a sí mismos como más sabios que el resto de la hermandad. Ven a sus hermanos sinceros y creyentes como ingenuos, tontos, crédulos, que se tragan sin masticar todo lo que los pastores les dicen.
No es difícil identificarlos. Por mucho que quieran vestirse con el manto de un santo ángel, la cola de diablo se les asoma por debajo. En mi país diríamos que pronto “muestran la hilacha”.
Pretenden ser sabios pero con sus hechos demuestran que son necios. Se precian de ser seguidores de Cristo cuando en verdad aman el mundo y las cosas que están en el mundo más que a Dios.
Los que descuidan la oración y el estudio de la Palabra son fácil presa para ellos. Los que viven sólo una fe aparente con la que tratan de cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados se sienten identificados con esos sembradores de dudas. Pero los que diariamente estudian su Biblia y oran al Señor tienen al Espíritu Santo morando en sus corazones y dándoles discernimiento para saber cuáles espíritus son de Dios y cuales no.
¿Cómo indentificarlos? es muy sencillo para los que viven en el Espíritu. Se acercan a ti sugiriendo dudas, así como la serpiente se acercó a Eva con la pregunta capciosa: “Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto”
Eva se había dejado seducir por la apariencia maravillosa de esa serpiente que era capaz de hablar y se puso a dialogar con ella. ¡Grave error! Jamás debemos dialogar con el Diablo, sino que debemos huir de él y refugiarnos en Cristo. No hay ser humano que sea capaz de argumentar con él y tener éxito. Nuestra única seguridad consiste en correr a los pies del Señor y apartarnos de todo aquel que venga expresando dudas destructivas de la fe.
No incluyo entre ellos a los buenos hermanos que están luchando con sus dudas y tentaciones pero que con toda sinceridad buscan al Señor. Sino a los perversos y astutos enemigos de Dios; a los que vienen a nosotros cubiertos con pieles de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces.”Por sus frutos los conoceréis”.
La Biblia nos enseña qué debemos hacer con ellos:
Tito 1:10, 11 Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión,
a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.
1 Timoteo 5:20 A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman.
2 Cor. 10: 2-5 “ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne”.
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”;
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”,
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”,
No se trata de ser “políticamente correctos” con ellos. Es necesario reprender sus engaños de inmediato y hasta con dureza, si es necesario. Debemos llamar al pecado por el nombre que le corresponde.