De la Escuela de los Golpes Duros

No soy erudito, ni doctor, ni magister. Problemas relacionados con mi salud me impidieron llegar a las alturas académicas que había soñado para mi vida.

Pero el Señor no me dejó sin escuela, sino que me matriculó en la Escuela de los Golpes Duros. También se la conoce como la Escuela del Dolor, la Frustración y el Fracaso.

En ella, yo no debía sentarme en un aula, de camisa y corbata, para escuchar a un profesor impecablemente vestido. Mas bien debía sentarme en tierra, cubierto de cilicio y con un trozo de teja en la mano, para escuchar la voz del Omnipotente que me hablaba desde un torbellino.

En esa escuela aprendí que las almas de hombres y mujeres son muy valiosas porque Jesús las compró con su sangre. Que en comparación con el valor de un alma, todo lo demás en la vida se hunde en la insignificancia.

Veamos algunas de esas enseñanzas que tienen que ver con el ansia de saber, el servicio a Dios en la salvación de las almas y la manera como obtenemos nuestro conocimiento:

1-No debemos gloriarnos en nada, porque nada es nuestro.

Si hemos hecho algo bueno, digno de reconocimiento, no nos atribuyamos el mérito. Porque nada tenemos que no hayamos recibido de Dios. Mas bien alabemos a Dios y demos a El toda la gloria, por su Sabiduría y por haber hecho de nosotros– pobres pecadores–un medio de bendición. Esta actitud, llevada en forma permanente, nos librará del peligro del egocentrismo, de la adulación y de la auto suficiencia.

2- Creer que lo sabemos todo, es prueba de que no sabemos nada.

Nicodemo dijo: “Sabemos.”

Jesús le respondió: “Necesitas nacer de nuevo.”

Santiago enseñó: “No os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.”

Pablo escribió: “si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe sabe

rlo.”

Dice también: “Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.”

Por algo dijo Francisco de Asís: “Predica el evangelio siempre, y, si fuere necesario, usa palabras.”

Triste es decirlo, pero a los cristianos nos conoce el mundo como gente que habla mucho y hace poco.

3. El Escolasticismo enfrió siempre el espíritu misionero de la Iglesia.

Así sucedió con la iglesia primitiva y con la iglesia Luterana. Así fue con muchos movimientos evangélicos y aún podemos ver los efectos de esa enfermedad dentro de nuestra amada iglesia. Si te parece que exagero, vete a Andrews University y toma algunas materias. Aprenderás mucho allí. Debo decir que Andrews fue una bendición para dos de mis hijas que nunca olvidarán lo mucho que aprendieron allí de las cosas del Señor.

Con todo, llegará el momento cuando te quedarás de una pieza viendo y oyendo lo que algunos de esos renombrados doctores creen y enseñan. Y esto no es de ahora. Fue motivo de un grave conflicto en los tiempos cuando el pastor Robert Pierson era el presidente mundial.

También puedes observarte a ti mismo. ¿Eres un pastor que pasa el día en su caverna, frente a su computadora intestigándolo todo a expensas de las almas que esperan ser atendidas? ¿Te olvidas que la función a la que has sido llamado tiene que ver con el rescate de las ovejas perdidas? ¿Te preocupa por poner el mensaje de Dios en el ciberespacio al par que te olvidas de visitar a los que buscan la verdad dentro de tu propia parroquia? Si tu respuesta a estas preguntas es positiva, entonces te estás identificando con el pastor Escolástico, del que hablo más adelante.

El estudio de la Biblia debe ir unido al evangelismo práctico, al empeño por darle a las almas que perecen sin esperanza y sin Dios en el mundo la Palabra de Salvación. Pero si el teólogo pierde contacto con la realidad de las almas que transitan por el valle de sombras y de muerte, pierde el rumbo de su estudio y termina creyendo y enseñando herejías.

Permitidme usar de una ilustración imaginaria:

El pastor Escolástico sube al púlpito y dice:

“Hermanos míos, me alegra mucho veros después de tanto tiempo. He pasado muchos días en mi caverna, sumergido entre muchos libros, estudiando la Biblia en profundidad. También me he conectado con otros teólogos quienes, como yo, estaban en sus cavernas estudiando en profundidad el Libro Sagrado. Hemos tenido nutrido intercambio y varios simposios vía Internet y hemos arribado a elevadas conclusiones.

Os ruego me permitáis compartiros una de ellas, que no es necesariamente la más importante:

“El Señor comparó a sus sievos fieles con ovejas de su prado. Y esto tanto en el Antiguo Testamento, comenzando con Moisés, como en el Nuevo Testamento, como podéis ver en la parábola de la oveja perdida.

Profundizando en el significado de este sagrado símbolo, hemos visto que las ovejas tienen lana y nosotros vello y cabello. A las ovejas, según estudios recientes, se las esquila dos veces por año. La primera vez al pasar los fríos fuertes del invierno, lo que da la lana larga, y la segunda llegando los calores rigurosos del verano, lo que da la lana corta.

Hemos llegado, con mucha oración y ayuno, y con no poco temor y temblor, a la conclusión de que así como con las ovejas, los hijos de Dios deberán rasurar todo su cuerpo al pasar los fríos fuertes del invierno y también al llegar los calores fuertes del verano. Y también que el vello y el cabello así obtenido deberá ser depositado en la tesorería del Señor.”

Esto es sólo un chiste para ilustrar la absoluta vanidad de las conclusiones de pastores que, por meterse tanto en la caverna y los libros, pierden asidero con la realidad y caen en una especie de “sagrada paranoia” que no sólo no conduce a la salvación de las almas, sino que a menudo es motivo de confusión y perdición.

Alguien describió al pastor Escolástico como “uno que busca un gato negro dentro de un cuarto pintado de negro y totalmente oscuro. El gato no está allí, pero él lo encuentra.”

Mi humilde sugerencia: Alejaos de estos teólogos como de la lepra. Vivid el Evangelio práctico. Aprended trabajando por las ovejas perdidas para que vuelvan al redil del Señor. El Señor Jesús no encerró a sus discípulos en cavernas para enseñarles, sino que los llevó por las calles, los caminos y dondequiera que hubiera almas a quienes ayudar.

Antes de invertir tiempo en leer a un pastor Escolástico, ve cuál haya sido su experiencia práctica como ganador de almas. Si ha ocasionado divisiones, si ha descarriado a las almas, si ni siquiera se ha ocupado de ellas. . . Si sólo tiene su pobre cabeza llena de bestias, cuernos, sapos y culebras, pero no tiene nada allí del Jesús que “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos del diablo,” no lo leas, antes bien arroja el libro al fuego, no sea que otro lo lea sin estar avisado y sufra el daño.

Fui pastor en mi país de una iglesia a la que recuerdo como la “Iglesia de las Muertes y las Tragedias.”

-Un matrimonio joven se dividió porque la esposa creyó que ganaría mucho dejando a Cristo y abandonando a su esposo, para seguir tras de otro hombre que tenía dinero. El niñito, fruto de aquel hogar quebrado quedó con ella. El pequeño tenía problemas emocionales y de raciocinio. Un día se puso a jugar con las puertas del ascensor del edificio donde vivían. Abriendo la primera puerta, que era de esas de barras que se abren y cierran a la manera de un fuelle, se introdujo entre las dos puertas y volvió a cerrar. En ese momento alguien llamó el ascensor desde otro piso, y este arrancó y subió, por cuanto ambas puertas estaban cerradas. El niño fue literalmente amasado entre el ascensor y la pared y dejado caer desde el octavo piso hasta el fondo del pozo en el subsuelo.

-El esposo no creyente de una hermana había robado en su trabajo y fue descubierto. Desesperado al verse perdido, se colgó de las cuerdas que accionaban unas cortinas de su casa. Al regresar de su trabajo su esposa lo halló colgando de las cuerdas, tieso y frío.

-El hijo de una ex hermana, un adolescente, había salido de caza con un amigo. Llevaban escopetas. De regreso a la casa, mientras limpiaba su arma, al amigo se le escapó un tiro que dio de lleno en la nuca del joven hijo de la ex hermana.

-Un hermano en edad madura, comenzó a tener problemas con su fe. Perdió el rumbo y se dio a una vida licenciosa. Yo lo visitaba a menudo y oraba con él. El se complacía grandemente con mis visitas pero era evidente que había perdido toda esperanza de salvación. Su hijo mayor era policía. Un día andaba con su hijo en el automóvil de patrulla y el hijo se detuvo por un momento en la estación de policía. Se oyó un disparo. El pobre hombre había tomado la pistola de reglamento de su hijo y se había disparado un tiro en la sien. Había dejado en su casa una nota en la que pedía que el pastor Perrone oficiara en su servicio fúnebre.

-Me llamaron para visitar a una familia no adventista para que viera a un hombre en gran depresión. Vi que el caso era muy grave y que necesitaba urgente atención profesional. Se lo dije a la esposa (que, según se dijo, tenía un amante y esa era la causa de la depresión de su marido.) Le expliqué a la señora que ese caso excedía por lejos mi capacidad. La mujer no hizo nada. A los pocos días supe que el hombre se había disparado un tiro, con una escopeta de caza, por debajo del mentón en dirección al cerebro.

-Un buen hermano que tenía un pequeño taller de reparación de neumáticos en un pueblo vecino, estaba echado sobre una enorme rueda de camión inflándola. Las llantas de automóvil no llevan más de 34 libras de presión, pero las de camión suelen llevar alrededor de 120 libras por pulgada cuadrada. El aro de retención falló y la llanta de goma se abrió con una tremenda explosión lanzando a nuestro hermano por los aires. No murió, pero quedó malamente tullido para el resto de su vida.

-Uno de los jóvenes de la iglesia había ido a estudiar al colegio adventista. Mi hijo Daniel estaba también en el colegio. Eran amigos.

Un día me llamó por teléfono el preceptor del hogar de varones con el corazón quebrantado para darme una triste noticia: En un paseo de los jóvenes por la costa de un arroyo aquel muchacho había resbalado en la orilla fangosa y caído al agua, ahogándose.

Mi hijo no podía explicarse cómo pudo haberse ahogado en tan poca agua. Pero así fue. A mí me tocó darles la triste noticia a los padres del joven.

-Un buen hermano cayó de una escalera en su trabajo y perdió la vida.

Ahora bien, permíteme una pregunta: ¿Qué tipo de teología crees tú que me ayudó a enfrentar todas esas tragedias y a tener palabras de ánimo para familiares y amigos. ¿Qué tipo de teología podría ayudarme cuando me tocó decir palabras de esperanza en el funeral de un suicida?

-Llegó un día a mi casa una mujer mayor no adventista con su hija a rogarme que fuera a visitar a su madre anciana que estaba en agonía por muchas días y no moría. “Quizá necesite oír algo de Dios para descansar–decía la señora–ella fue miembro de su iglesia pero luego abandonó la fe. Quizá necesite reconciliarse con Dios.” Atendí el ruego de la señora y fui con ella. Hablé palabras de esperanza junto a la anciana en coma y oré. La ancianita falleció a día siguiente con una paz tan grande en el rostro, que la hija no pudo menos que volver a mí para contármelo agradecida.

-Fui pastor de otra iglesia que parecía embrujada. La mayoría de los miembros provenían de una secta espiritista llamada de Pancho Sierra y la Madre María. A los fondos de la iglesia había una casa donde solían reunirse los miembros de esa secta. Las hermanas que hacían la limpieza semanal venían asustadas a decirme que las bancas de la iglesia se movían solas. Un respetabilísimo hermano de edad me decía preocupado que había oído un tremendo vocerío de mujeres en el baño de damas que sólo daba cabida a una sola persona. Unos jóvenes colportores que vivían en el salón de Dorcas en los fondos de la iglesia, me contaban relatos espeluznantes de la presencia de espíritus extraños en la iglesia. Mi casa estaba en la parte alta de las dependencias a la entrada de la iglesia.

Yo nunca oí ni vi nada. Pero el pastor anterior, que había vivido allí. Un anciano jubilado que hacía la obra sin remuneración, no podía dormir con los ruidos dentro de la iglesia, que por cierto, estaba debajo de su casa. Corría al santuario bajando las escaleras y hallaba toda la iglesia en conmoción. Las bancas se movían, las ventanas se abrían y cerraban por sí solas. Un día el anciaño decidió ayunar y orar todo un día. Cuando comenzó el tumulto, bajó y reprendió al demonio y todo se aquietó.

Yo no fui mayormente afectado por esas cosas, pero mi amada esposa llegó a tener un trastorno mental tan grande, que su solo recuerdo me llena el alma de dolor.

¿Qué teología crees que ayudó al anciano pastor a reprender al demonio y a mí a pasar al colportage y a trabajar por tres largos años en la recuperación mental de mi compañera?

Queridos hermanos, estamos en los últimos tiempos. Prestemos atención al consejo de Pablo a Timoteo: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe.”

No tenemos tiempo para fantasías intelectuales ni para inútiles devaneos teóricos. Es tiempo de buscar a las almas perdidas y traerlas al redil de Dios.

Por alguna razón dijo Salomón: “Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.”

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