Dios está obrando

Dios está obrando. Lo puedo percibir aun en la pequeña congregación hispana a la que asisto.

El reavivamiento no es iniciativa ni obra del hombre, sino de Dios.

Comienza cuando un alma sincera abre su corazón al Espíritu Santo y le permite trabajar en él.

Su despertar animará a otros y se extenderá por el mundo.

El reavivamiento no vendrá por un voto de junta directiva, ni por un sermón, ni por un libro. No será el resultado de una campaña de reavivamiento ni del talento de algún evangelista. No comenzará con grandes ruidos ni alharacas, sino de una manera silenciosa, como una semilla de mostaza que germina. Más aún, se irá extendiendo sin que la mayoría lo perciba. Se extenderá aun en tiempos de conflicto en el seno de la iglesia, cuando todo parezca venirse abajo.

Los mismos que estarán siendo reavivados no sentirán que algo especial está sucediendo con ellos. De pronto se asombrarán al ver que el Señor obra maravillas por su medio. No pensarán que han llegado a un plano superior de espiritualidad ni que son mejores que otros. Antes bien, bajo la luz del Espíritu, verán sus faltas y deformidades y correrán humildes a los pies de la cruz en busca de perdón y restauración. Considerarán a los demás como superiores a ellos mismos. No vendrán para ser servidos, sino para servir y para darlo todo por la salvación de otros. Tomarán el lebrillo y la toalla y lavarán los pies de sus hermanos.

No pensarán cuál de ellos es el mayor ni esperarán grandeza mundanal alguna. No buscarán el halago de las multitudes ni el ser llamados Rabí, Rabí. No harán tocar trompeta delante de ellos cuando den limosna. No sabrá su mano derecha lo que haga su mano izquierda. Pero aunque no se den cuenta, su luz alumbrará delante de los hombres, los cuales verán sus buenas obras y glorificarán a su Padre que está en los cielos.

No se esconderán, sino que serán como la lámpara que se pone sobre la mesa para que alumbre a los que están en casa.

Entre estos no estarán los que procuran llamar la atención a sí mismos, ni los que codician las primeras sillas en la sinagogas, ni los que adulan para sacar provecho, ni los que tratan de exhibir un amor y una santidad que no tienen.

Ciertamente el Señor pasará por alto a los grandes y encumbrados de este mundo y revelará sus secretos a los pequeños, a los pobres de espíritu, a los que tienen hambre y ser de justicia, a los que lloran. Algunos, como el niño Jesús, estarán ignorados en un establo con un pesebre por lecho. Pero el Señor enviará multitudes de las huestes celestiales y pastores del rebaño y magos del Oriente con cánticos de alabanza, amor y ricos dones.

El Señor ya está obrando. Estrellas brillantes están encendiéndose en la noche cerrada de este mundo. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Daniel 12:3.

Nos esperan conflictos. Se producirán disensiones y divisiones en la iglesia. Parecerá que está por caer, pero no caerá porque el Señor Dios Todopoderoso la sostiene. Habrá un zarandeo. La paja será llevada por el viento como tamo de las eras del verano. Pero ni un granito caerá a tierra. La iglesia será atacada por el enemigo. Sus propiedades le serán arrancadas. Pero nada de esto detendrá la obra del Señor sino que, antes bien, serán los instrumentos para limpiarla y robustecerla.

Sólo se nos pide que seamos pacientes y dejemos obrar la mano del Señor. “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.

“Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca”. Santiago 5:7,8.