Abril 15, 2010 por Carlos Perrone | Editar
Guía práctica para la preparación de un sermón expositivo eficaz.
Introducción:
Un sermón, para ser auténtico y eficaz, expondrá un tema que brote naturalmente de la Biblia y que sea una clara expresión del pensamiento divino. Es el pensamiento de Dios el que interesa, no el pensamiento del hombre. Lo que importa es lo que Dios dice, no lo que el hombre piensa acerca de lo que Dios dice. La Palabra de Dios debe presentarse al oyente así como es, sin sobrecargarla con énfasis que no tiene, ni diluirla para hacerla más aceptable. La Palabra del Altísimo es como es, y así debe ser presentada a la congregación en el poder del amor constrictivo de Dios.
Lectura adicional sugerida:
Recomiendo la lectura del libro “El Sermón Eficaz” del Dr. James Crane. Es un libro ya antiguo, pero su valor es permanente. James Crane fue profesor de Homilética en el Seminario Teológico Baustista Mexicano. Su prefacio está fechado en 1959. Fue mi libro de texto de Homilética en el seminario, en Argentina, alrededor del año 1970.
El libro es de gran ayuda para aprender a expresar el mensaje bíblico en un orden eminentemente didáctico y de gran beneficio para el oyente. Podrás hallar maneras de conseguir este libro en forma impresa entrando: “El Sermón Eficaz, James D. Crane” en tu programa de búsqueda. También puedes leer este libro completo en tu pantalla visitando: https://ibautistavictoria.files.wordpress.com/2013/07/el-sermon-eficaz-bmh_013.pdf.
El Sermón expositivo
En este tipo de sermón, el predicador toma generalmente un pasaje extenso de la Escritura que contenga un mensaje completo y evidente. Luego presenta dicho pasaje a la congregación detallando el marco histórico, los hechos narrados con sus antecedentes y consecuencias y el carácter y las circunstancias personales de sus protagonistas. De esta manera, el relato bíblico cobra vida, y la verdad brota natural y visiblemente ante los ojos del oyente.
Preparar un sermón de este tipo requiere estudio, trabajo y tiempo. Pero el esfuerzo paga buenos dividendos: se enriquece el predicador y la congregación resulta bendecida.
Difiere del sermón temático en que, en lugar de tomar diez o veinte pasajes bíblicos para demostrar una verdad enunciada por anticipado, toma solamente uno, aunque de mayor extensión y expone una verdad que brota naturalmente de un contexto histórico y cultural determinado y se expresa de una manera peculiar.
El sermón temático tiende a ser más teológico: trata de exponer una verdad general trazando sus fundamentos esenciales. Su presentación es más teórica, más abstracta, más intelectual. El sermón expositivo, en cambio, muestra esa misma verdad pero a partir de un momento y una ocasión determinados. Siempre está relacionado con personas, lugares, hechos, circunstancias, y es, en sí mismo, una aplicación práctica de tal verdad. El mensaje resulta más concreto, más visible, más colorido.
El sermón temático recorre una cantidad de pasajes breves de aquí y de allá, tomando de ellos ideas que van configurando la verdad presentada, pero no se detiene demasiado a considerar el marco histórico y contextual de cada texto por no disponer de tiempo para ello. De esta manera podemos oír al predicador citando palabras de Abraham, de Moisés, de Isaías, de San Pablo y de Juan en el Apocalipsis, saltando de un siglo a otro y de un milenio a otro de la historia sagrada con tanta naturalidad como si Abraham, Moisés, Isaías, Pablo y Juan, estuvieran los cinco sentados alrededor de una mesa a un mismo tiempo, conversando animadamente.
Yo creo que la Biblia es una unidad y que su mensaje es único de principio a fin, y que dicho proceso de traer pasajes de lejos y de cerca puede ser muy válido. Pero es necesaria la honestidad al citar los textos, unida a una buena dosis de conocimiento bíblico, no sea que estemos haciéndoles decir a los patriarcas, profetas y apóstoles, cosas que ellos jamás tuvieron en su mente. El enfoque temático para el estudio de las Escrituras se ha prestado muchas veces a las maniobras de algunos “indoctos e inconstantes” que “tuercen” las Escrituras “para su propia perdición.”
Suele decirse a modo de ilustración jocosa, que un predicador “improvisador” que creía que debía subir al púlpito sin ninguna preparación a fin de no obstaculizar la obra del Espíritu Santo, se presentó ante la congregación, abrió su Biblia en cualquier parte y leyó: “Y Judas fue y se ahorcó.” No sabiendo qué decir al respecto abrió en otra parte: “Y ahora, ¿por qué te detienes? Azorado dio otro salto: “Ve tú y haz lo mismo.” Tan gracioso como real. Con ensaladas de textos semejantes a esta, podríamos estar mandando a toda la congregación al infierno, en lugar de encaminarla al cielo.
Cierto predicador joven trataba de hacer su plan de temas para el año. Debía predicar cada fin de semana y para ello necesitaba 52 temas diferentes. Sólo había aprendido a presentar la Palabra en forma temática, de modo que se puso a la tarea de reunir aquellos 52 temas.
Comenzó su lista: El Amor, La Salvación, La Oración, El Servicio, La Honestidad, La Veracidad, La Fe, La Gracia, El Perdón, La Esperanza, La Paz, etc. Y así fue reuniendo tema tras tema. Pero sucedió que cuando hubo definido unos treinta temas, ya no sabía qué más poner en la lista, a menos que comenzara a repetir los temas del comienzo. ¡Necesitaba 52 temas diferentes para el culto mayor de fin de semana y sólo tenía 30! ¿Y qué de los temas para las reuniones de oración y testimonios? ¿Y qué de los sermones para el año siguiente?
Una gran ventaja del sermón expositivo consiste en que su temario es inagotable. No se basa en listas de virtudes o de afirmaciones teológicas, sino en pasajes bíblicos con su contexto. La misma verdad puede presentarse muchas veces, pero con enfoques tan diferentes, que cada presentación es como maná fresco para el oyente. Puedes predicar los mismos temas generales año tras año, pero partiendo de diferentes presentaciones de la Escritura como si fueran temas diferentes.
El sermón expositivo es más didáctico debido a lo gráfico de su presentación, que lo hace fácil de entender y memorizar. El predicador describirá con detalles el momento y la ocasión en que tales palabras fueron dichas. Situará a sus oyentes en el lugar de los hechos como si fueran testigos presenciales. Una imaginación fiel, ceñida al mensaje bíblico, completará detalles que no se presentan en el texto, pero que ayudarán al oyente a visualizar claramente los hechos narrados. El oyente se sentirá trasladado al momento y la ocasión del hecho presentado en la Escritura.
De esta manera, el oyente aprenderá más de la historia sagrada, y le será fácil recordar el sermón y el pasaje bíblico en el cual se basó. Podrá, sin esfuerzo, dar testimonio a otros, sin la necesidad de recordar todo un rosario de versículos.
Fin de la Introducción
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¡Muchas gracias!
Mi pastor, Dios le bendiga.
Usted ha realizado un trabajo muy valioso, fácil de entender y valioso para la iglesia de hoy.
Muchas gracias Lázaro.
Siéntete libre, por favor, de usar de mi sitio todo lo que pueda servirte para ayudar a otros.
Un gran abrazo en Jesús.
Carlos Perrone
Excelente trabajo. Es una guía práctica, hermosa y profunda. Gracias por las herramientas de los cuadros y todo. Puede uno leer sobre muchos aspectos acerca del tema del sermón pero este ha sido un claro y preciso. Dios le siga llenando de sabiduría y conocimiento y siga brindando bendiciones como ésta en otros campos.
Muchas gracias, Consu, por tus palabras animadoras.
interesante…de mucha ayuda
Gracias por tan oportuno aportar. Feliz sábado.p
muy buene solo que yo quiero saber como elaborarlo pongame un ejeplo porfavor
Muy apreciado Eder:
Al leer tus palabras con atención que quedo con la impresión de que sólo has leído la introducción al tema. Siguen a la introducción 6 capítulos donde explico cómo hacer y doy ejemplos.
Muchas gracias por tu interés.
Bendiciones de Dios.
Carlos
BENDICIONES, QUE DIOS SIGA DÁNDOLO SABIDURÍA DE LO ALTO.
Muchas gracias Lily. La Sabiduría de lo Alto es lo que más deseo en la vida. El Señor te bendiga.