Dos Monitos, un Zorro y un Queso

Un cuento infantil para personas mayores

(No te apresures a pensar que conoces la historia. Se parece pero no es igual)

Relator: Dos monitos estaban ocupadísimos peleando por un queso. Uno se llamaba No-Om y el otro Sí-Om. Eran hermanos.

El queso era redondo y tenía el tamaño de un melón más bien pequeño. Era de la marca “Prestigio” y lo habían robado de una tienda llamada “La Gloria”.

¡El queso es mío! decía No-Om. ¡De ninguna manera! Replicaba Sí-Om ¡Es mío!

Tanto pelearon por el queso que, finalmente, exhaustos fueron a ver al juez, que era un zorro, y llevaron consigo el queso.

Zorro: ¡Vaya con el litigio! ¿Por qué discuten tan acaloradamente? Mmmm, a ver. . . Tú. ¿Puedes decirme cuál es el problema? (Señala a No-Om).

No-Om: Sí, señor Juez. Este queso me pertenece a mí, porque yo soy muy ortodoxo y cumplo con todas las reglas del Libro. Este, en cambio, además de ser heterodoxo y no guardar los reglamentos, es un hereje ignorante, arrogante y estúpido.

Sí-Om: ¡Objeción señor Juez, Objeción! Mi oponente está usando palabras ofensivas contra mí.

Zorro: La objeción de Sí-Om tiene lugar señor No-Om. Evite usar tales palabras.

No-Om: Pido disculpas Sr. Juez. Créame que Sí-Om me saca de casillas con las cosas que dice. Con todo prometo hacer lo mejor.

Sí-Om: No estoy en contra del Libro, Sr. Juez, sino de la manera como algunos entienden las reglas.

No-Om: Por cierto no se refiere a nosotros, Sr. Juez. Nuestros principios de hermenéutica son claros. Seguimos el método Histórico-gramatical al pie de la letra. En cambio Sí-Om sigue un método alegórico en el que todo es posible. Y se rige por la cultura y las costumbres en lugar del Libro.

Sí-Om: ¡De ninguna manera! Justamente el problema viene porque el Sr. No-Om sigue las costumbres y las culturas del mundo y no se deja guiar por el Libro.

No-Om (verde de rabia): ¡Ojeción, Sr. Juez, Objeción! ¡Sí-Om está desfigurando mi imagen. Sólo está proyectando sobre mí sus propias faltas!

Zorro: ¡Silencio! ¿Dónde piensan ustedes que están? (el Zorro da un par de mazazos sobre la mesa).

Zorro: Bien, veamos. Tú, Sí-Om, dime cuál es el punto en disputa.

Sí-Om: ¡El queso, Sr. Juez, el queso!

Zorro: ¿El queso? ¿Tanto barullo por un queso?

No-Om: Si el Sr. Juez me permite; no es por el queso, sino por la manera de usarlo.

Sí-Om: En ese punto los dos estamos de acuerdo.

Zorro: ¿Y qué más? Tú, No-Om.

No-Om: Nosotros somos doctores. Estamos en la posición correcta según el documento de Rio. . .

Zorro: ¡Ya, ya! Te ruego que vayas al grano.

No-Om: En los miles de años de historia nunca se ha sabido que las monas comieran queso. Y estos indoctos se vienen ahora con la novedad de que las hembras también pueden comer queso. ¡Vaya disparate!

Sí-Om: No es un disparate Sr. Juez. Es verdad que en toda la historia del Libro no se encuentra un solo pasaje que relate que una mona comió queso. Pero en ninguna parte del Libro se dice por qué nunca las monas comieron queso.

No-Om: Una práctica seguida consistentemente por seis mil años es suficiente testimonio. ¿A qué cambiar una norma inveterada justamente en los últimos días?

Sí-Om: Según el Libro no llovió una gota durante cientos de años y un buen día llovió a cántaros.

Zorro: No, no, no. Por ese camino jamás se van a poner de acuerdo. Mi impresión es que ninguno de ustedes dos conoce el Libro.

Pregunto: ¿En alguna parte del Libro se dice que las monas no pueden comer queso?

Sí-Om: No existe un pasaje tal en todo el Libro Sr. Juez. El Libro no prohíbe a las monas comer queso. Por lo tanto pueden comer queso sin quebrantar la enseñanza del Libro.

Zorro: No te apresures Sí-Om.

Añado otra pregunta: ¿Existe en alguna parte del Libro un pasaje que diga que las monas pueden comer queso si lo desean?

No-Om: ¡Por cierto que no Sr. Juez! Tal cosa no está en el Libro; pero Sí-Om está tratando de introducirla en él. Eso es una herejía.

Zorro: Ahora me dirijo a ti No-Om. Si el comer queso nunca se les prohibió a las monas, ¿por qué razón pasaron ellas seis mi años sin comerlo?

No-Om: Alguna explicación habrá para este hecho; pero no la conozco. Ellas están muy tranquilas sin el queso. A la mayoría de ellas ni se les ocurre probarlo. Más aún, algunas aun se asustan ante la sola idea.

Sí-Om: Esto es lo que yo decía. El que no coman queso es sólo una vieja costumbre que no tiene en sí nada de malo. Claro, siempre que los monos lo coman, de otra manera los quesos se perderían. Y esto es lo que está sucediendo en algunos lugares. Los quesos se echan a perder porque no hay monos que los coman. ¿Por qué, en esos casos, no invitar a algunas monas a comer?

Zorro: Pareces muy razonable Sí-Om. Pero si tampoco tú sabes por qué las monas no comieron queso durante miles de años, corres el riego de cometer un grave error. Podrías encontrarte con razones que tú ahora no imaginas.

A propósito, por qué buscan una respuesta donde no está.

El Libro guarda silencio.

Cada uno le da su propia interpretación al silencio. Esto no es hermenéutica; es asunción.

No-Om dice que el silencio debe entenderse como prohibición.

Sí-Om dice que el silencio debe interpretarse como permiso.

En resumidas cuentas cada uno espera encontrar en el Libro lo que le gusta y se vale del argumento del silencio, que nunca resuelve nada, para afirmar más su idea. Ambos quieren hacer ver que su idea viene del Libro, cuando el Libro guarda silencio.

Sí-Om: Entonces ¿Qué deberíamos hacer con el silencio?

Zorro: ¡Dejarlo en silencio!

No-Om: Pero, Sr. Juez, dejar el silencio en silencio no nos resuelve el problema.

Zorro: Es verdad. Pero es la manera como el Libro les da a entender que no les corresponde a ustedes dilucidar este asunto. Es algo que el Autor del Libro se reservó para sí.

Sí-Om: ¿Entonces?

Zorro: ¿Entonces qué? ¡Entonces nada! Sólo quedarse en paz esperando que el Autor se manifieste y no volviendo a reñir por esto. Sólo el Autor tiene la respuesta.

Relator: No-Om y Sí-Om se quedan mudos, sin atreverse a decir palabra. El hábil juez los llevó al fondo mismo del asunto y se dan cuenta de que habían estado riñiendo sin motivo ni razón por no entender bien el Libro.

Se produce una larga pausa y un gran silencio. No vuela una mosca.

Zorro: Bien, veamos. . . Mmmm. . . un solo queso para dos es difícil de repartir. No tengo aquí un cuchillo para cortarlo.

Hagamos lo siguiente: vayan los dos a la tienda La Gloria, y compren otro queso igual a este.

De esa manera cada uno podrá tener su queso.

No-Om: Ah. . . Verá usted Sr. Juez. Esteeee. . . Ocurre que no tenemos dinero.

Zorro: ¡Oh!. . . ¿y cómo es eso?

Sí-Om: Es largo de contar, Sr. Juez. El hecho es que por muchos días no ha entrado un centavo a nuestros bolsillos.

Zorro: ¡De veras! ¿No ha entrado un centavo en sus bolsillos por muchos días?

No-Om: Triste pero real, Sr. Juez.

Zorro (enojado): Entonces ¿Con qué dinero compraron este queso?

No-Om y Sí-Om al mismo tiempo: ¡Ups! ¡Glup! . . Ah. . . (¡¡metimos la pata!!). No lo compramos Sr. Juez. ¡Glup!

Zorro: ¡Claro que no lo compraron! ¡Lo robaron!

No-Om, Sí-Om con voz ahogada: ¡Misericordia!

Zorro: Ahora mismo tomarán este queso y lo devolverán a La Gloria confesando lo que han hecho.

Y en lugar de reñir, se pondrán de inmediato a trabajar, que buena falta les hace.

Relator: El Juez se echa hacia atrás en su sillón, suspira largamente, toma aliento y dice con voz solemne:

Con esto. . .

Se da por terminada la sesión. (Mazazo).

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