Por Humberto R. Treiyer
Apreciados amigos: En nuestro estudio anterior tuvimos la oportunidad de realizar una visita virtual a las asombrosas ruinas de una de las ciudades más bellas y más opulentas, además de centro cultural y religioso descollante, del mundo en las postrimerías del siglo I d.C., la Liverpool inglesa y la Nueva York estadounidense de aquellos tiempos, como se acostumbra a referirla hoy. ¿Su nombre? Ya lo adivinaron ustedes, queridos amigos, la ciudad de Éfeso.
¿Qué queda, qué subiste hoy de aquella gigantesca urbe que tanta influencia ejerció sobre el mundo de aquellos días? Sólo ruinas, que constituyen el museo arqueológico al aire libre más grande del planeta–otros autores prefieren darle ese reconocimiento cumbre a las ruinas de Pompeya y Herculano, dos ciudades del Sur de Italia destruidas por la colosal erupción del Vesubio del año 79.
Entre esas ruinas de Éfeso se cuentan imponentes construcciones como el colosalTemplo dedicado a la Artemisa griega o, lo que es lo mismo, a la Diana romana, “la Señora de Éfeso”, diosa de la fertilidad, de la caza y y de la guerra, una de las doce grandes divinidades del panteón olímpico; el enorme Anfiteatro de Éfeso; la Biblioteca de Celso,construida por cónsul Gayo Julio Aqulla en la segunda mitad del siglo II d.C., en honor de su padre, el senador Tiberio Julio Celso Polemeano; el Templo de Adriano; Panormo, el enorme y otrora sumamente eficiente puerto de Éfeso, permanentemente abarrotado de embarcaciones procedentes de toda la cuenca del Mar Mediterráneo, ahora un pantano insalubre, verdadera incubadora del mosquito Anopheles gambiae, transmisor del paludismo. Y por no continuar con lo que podría transformarse en lista interminable, menciono los restos de las tres vías principales que salían del puerto de Panormo: la ruta del Este, sumamente extensa. que, vía Laodicea, remataba en la lejana Babilonia; la del Norte vía Esmirna; y la del Sur, que conducía al ubérrimo Valle del río Meandro.
Veinte años después de la Crucifixión el Evangelio había penetrado en casi todas las grandes ciudades al Este del Mar Adriático–las dos Antioquías, la de Siria y la de Pisidia, las dos Cesareas, la de Filipo y la Marítima, Iconio, Tesalónica, Atenas, Corinto, y muchas más. De hecho, Pablo pudo escribir a los Romanos en el año 58,durante los tres meses que pasó en Corinto, “desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico `[¡nada menos que1.500 km!],todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (15:19) . . . De hecho, en esa vastísima área estaba incluida la antigua Jonia, de la cual Éfeso había sido la capital por varios siglos, antes de que los romanos la constituyeran en la capital de la provincia romana de Asia.
¿Cómo fue que el Evangelio pudo establecerse en ese baluarte del paganismo, en ese bastión de la idolatría? ¿Cómo fue que se inició la Iglesia Cristiana en Éfeso? En el reloj de Dios la hora de Éfeso llegó en el año 53, exactamente 22 años después de la Ascensión de Cristo al cielo. Su origen fue laico y en sus comienzos fue la obra de 15 individuos actuando independientemente: un matrimonio formado por Aquiila y su esposa Priscila, judíos romanos;“un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras”;“ “de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.” ( (Hechos 18:24,25); y 12 hombres, de los cuales poco sabemos, salvo que habían escuchado a Juan el Bautista, habían sido bautizados por él en el bautismo de arrepentimiento, pero poco y nada sabían de Jesús, y absolutamente nada acerca del Espíritu Santo. Estos fueron los 15 laicos–13 de ellos de conocimientos bastante fragmentarios–que el Señor escogió para colocar el fundamento de lo que habría de ser Su iglesia en una de las ciudades más sofisticadas y más encallecidas en la idolatría y en el crudo espiritismo del mundo de aquellos días.
¿Cómo fue que se dieron las cosas? O mejor aún ¿Cómo fue que Dios dirigió las cosas como para que hombres tan poco promisorios pudieran comenzar el ablandamiento, permítanme expresarme así, de un terreno tan encallecido ? No tenemos todos los datos, pero sí los suficientes como para intentar la secuencia de los eventos que precedieron a la llegada de Pablo a Éfeso. Primero, y muy importante, en Éfeso había una sinagoga (Hechos 18:26; 19:8). En palabras de una historiadora “Los judíos, esparcidos ampliamente ahora en todos los países civilizados, esperaban en general el advenimiento del Mesías. Cuando Juan el Bautista predicaba, muchos, en sus visitas a Jerusalén en ocasión de las fiestas anuales, habían ido a las orillas del Jordán para escucharle. Allí habían oído a Jesús proclamado como el Prometido, y habían llevado las nuevas a todas partes del mundo. Así había preparado la Providencia el terreno para las labores de los apóstoles.” Hechos de los Apóstoles, 231.
Segundo: El decreto del año 49, del emperador Claudio que determinó la expulsión de todos los judíos de la capital del Imperio, Roma. Entre los exiliados estaba una pareja de cristianos genuinos, Aquila y Priscila, que se radicó en Corinto. Como lo registró Lucas, allí los encontró Pablo hacia la conclusión de su Segundo Viaje Misionero: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas”(Hechos 18:1-3)Tercero: Cuando Pablo, concluido su ministerio de un año y medio en Corinto, se embarcó rumbo a Siria, Aquila y Priscila decidieron acompañarlo. El barco recaló en Panormo, el gran puerto de Éfeso, donde se demoró varios días en operaciones de carga y descarga. ¿Cómo ocuparon esos días los tres viajeros? ¿Recorriendo las múltiples atracciones turísticas que ofrecía Éfeso? Seguramente habría sido tiempo bien empleado, pero Lucas registró algo muy diferente: “entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió, sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso” (Hechos 18:19-21). Algo sumamente importante, sus acompañantes, Aquila y Priscila renunciaron a su viaje a Jerusalén, y quedaron en Éfeso para mantener el interés despertado hasta tanto Pablo regresara.
Cuarto, allí tuvieron la sorpresa de la llegada de un desconocido, de alguien que como Pablo no perdía el tiempo durante las escalas de sus viajes “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hechos 18:24-26). Hasta ese momento, la obra se venía realizando solamente en la sinagoga, entre los judíos–ni los misioneros veían un campo fructífero entre los paganos, ni estos mostraban interés alguno en escucharlos.
Quinto, el regreso de Pablo a Éfeso, esta vez para quedarse, y nada menos que tres años, del 53 al 56. Llegó por tierra, por la vía del Norte, y al pasar por Tiatira, Pérgamo, y Esmirna ¿habrá imaginado que en un tiempo muy corto surgirían pujantes iglesia en esas ciudades? Muerto el emperador Claudio en el año 54, los exiliados judíos volvieron a Roma, entre ellos Aquila y Priscila, amigos y colegas a quienes Pablo había esperado encontrar en Éfeso. Cuatro años más tarde Pablo escribió a los romanos, y encabezando la lista de los 26 hermanos a los cuales envió saludos, el apóstol escribió: “Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa” (Romanos 16:3-5). Queridos amigos: ¡Cuántas lecciones podemos derivar de lo que estamos repasando en este estudio, ¿o es que la tarea que ellos realizaron con tanto sacrificio no es exactamente la misma tarea que se nos ha encomendado a nosotros? Creo que es para pensarlo, y muy seriamente ¿verdad, amigos?
A su llegada a Éfeso Dios le tenía preparada una hermosa sorpresa al apóstol, “vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres” (Hechos 19:1-7). ¡Qué formidable equipo evangelizador, y pensar que Pablo había entrado a la ciudad con la idea de que tendría que trabajar solo!
Gracias a Lucas disponemos de una síntesis del prolífico, más, extraordinario ministerio que el Espíritu Santo capacitó a Pablo a cumplir en ese imposible centro pagano: “ Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús. Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (Hechos 19.8-12).
Hechos realmente portentosos obrados por el Espíritu Santo, que lamentablemente, por falta de tiempo, .no podremos repasar ¿Resultados? “Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor” Hechos 19:17-20)
Unos 6 años más tarde, el apóstol Juan llegó a ´Éfeso, y bajo su ministerio las iglesias fueron surgiendo y proliferando como hongos. Y cuando Jerusalén y su Templo fueron destruidos en el año 70, Éfeso, ¿oyeron bien? Ëfeso, y no Roma, repito, ´Ëfeso y no Roma, se transformó en el gran centro cristiano del mundo de aquellos días. ¿Mucho más para decir? Sí, mis amigos, mucho..Sin embargo debemos detenernos aquí, pero no sin antes desearles las mayores bendiciones del Cielo. ¡Que así sea, amén! .
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